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¿Por qué se debe enseñar la metacognición?

La metacognición, tal y como se concibe en el Modelo Pedagógico del Gimnasio Campestre, es una competencia que se centra en la autoevaluación, autorregulación y autocorrección del pensamiento, por esto ella reúne conceptos teóricos tanto de procesos metacognitivos como de autorregulación, para generar autonomía y propiciar el aprendizaje permanente y continuado.

En muchos de los estudios recientes acerca de cómo aprende el ser humano aparecen diferentes variables que ratifican el hecho que, en coherencia con la naturaleza del ser humano, únicamente el factor cognitivo no garantiza un aprendizaje eficiente.  Así lo plantea dentro de sus conclusiones el estudio realizado por la organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OCDE) en el 2016, titulado La naturaleza del aprendizaje: usando la investigación para inspirar la práctica. Allí, en el capítulo sobre la perspectiva cognitiva del aprendizaje,  se presentan dentro de los hallazgos de esta investigación 10 principios fundamentales para el aprendizaje, que son:
  1. Lo lleva a cabo esencialmente el estudiante
  2. Debe tener muy en cuenta los conocimientos previos
  3. Requiere la integración de estructuras de conocimientos
  4. Equilibra la adquisición de conceptos, capacidades y competencias metacognitivas
  5. Construye estructuras de conocimiento complejas organizando jerárquicamente conocimientos más básicos
  6. Puede utilizar de manera valiosa estructuras en el mundo exterior para organizar estructuras de conocimiento en la mente
  7. Está acotado por las limitaciones humanas para el procesamiento de la información
  8. Resulta de una interacción dinámica entre la emoción, la motivación y la cognición
  9. Debe construir estructuras de conocimiento transferibles
  10. Requiere tiempo y esfuerzo

Cada uno de estos 10 principios tiene una profundidad importante y vale la pena que todos los que somos pedagogos los analicemos, sin embargo, por la temática de la pregunta resalto los números 4 y 8, en ambos enunciados los elementos propiamente cognitivos están acompañados de procesos metacognitivos y en la medida que ambos intervienen en el proceso de aprendizaje se puede asegurar calidad en el mismo, por el contrario, si alguno de los dos falla el proceso mismo de aprendizaje pierde en calidad, al igual que en niveles de eficacia y eficiencia. Enseñar a pensar es tan importante como enseñar cómo se piensa, pues solo en la medida que una persona logra comprenderse como aprendiz podrá controlar sus procesos personales y se podrá hablar de autonomía intelectual.

Basado en lo anterior, es indispensable entender que la escuela en donde los niños y jóvenes pasan los primeros 14 años como estudiantes, tiene un rol muy importante en cuanto a la enseñanza de la metacognición como ficha importante del aprendizaje, a través de la cual se les enseña a aprender y se les motiva a pensar. No debe verse como un proceso optativo o paralelo al aprendizaje, sino como necesario y real a la hora de educar en competencias y en la construcción de un pensamiento complejo. Razón por la cual en el Gimnasio Campestre la metacognición es una competencia parte de las 4 competencias transversales que fundamentan todo el plan de estudios del colegio y se despliega a través del ciclo metacognitivo.

¿Se puede evaluar la metacognición?

Se ha hablado de la necesidad de enseñar procesos metacognitivos, que la metacognición se puede desarrollar en la escuela y que un profesor, especialmente enmarcado en el Modelo Pedagógico del Gimnasio Campestre, puede diseñar ambientes de aprendizaje en el que esto ocurra. Siendo esto cierto, la siguiente pregunta sería ¿si la metacognición se enseña, entonces se debe evaluar? Y la respuesta categórica es sí.  La evaluación como se concibe en el colegio se entiende como parte fundamental del proceso de aprendizaje el cual retroalimenta al profesor y le da información durante el proceso que le ayuda a saber qué y cómo están aprendiendo sus estudiantes, cómo retroalimentar a los mismos y le ayuda a tomar decisiones frente a su instrucción.
Por lo anterior, pensar en el proceso de evaluación como un proceso paralelo al aprendizaje o que debe hacerse solamente al final es un error. De la misma forma en que la enseñanza de los procesos metacognitivos no deben dejarse para el final del trimestre, la evaluación tampoco puede ser un ejercicio al final del trabajo. Si entendemos los procesos metacognitivos como todos aquellos que están implicados en el ciclo de metacognición, a lo largo de cada una de las cuatro fases, entonces veremos como la enseñanza de esta competencia debe empezar en el mismo momento en que se plantea el objetivo de la tarea y finaliza cuando se proyectan los aprendizajes logrados con la tarea a futuros ejercicios. Es decir, el ciclo de metacognición está presente desde el principio hasta el fin del desarrollo de todo desempeño de aprendizaje, por lo que la evaluación, al igual, debe realizarse junto al paso a paso de la construcción de dicha tarea.
Ahora bien, es importante no confundir la metacognición con la autoevaluación. Mientras la primera se desarrolla en las 4 fases del ciclo, requiriendo necesariamente que para hablar de una proceso metacognitivo completo se hayan trabajado cada una de las fases durante el  proceso de aprendizaje, la segunda es una herramienta que se puede usar con un fin específico para una parte en concreto de alguna de las fases.

¿Cómo enseñar y evaluar metacognición en niños pequeños?

​A partir de los 3 años, 6 meses, los niños ya empiezan a mostrar habilidades tempranas para el control metacognitivo como: planificar, monitorear o evaluar, siempre y cuando el contexto lo permita y las tareas a ejecutar sean significativas y acordes a su edad.
El aula de clase en el trabajo metacognitivo y en el desarrollo de estrategias que lo propicien debe convertirse entonces, en un escenario que sea un espacio fundamental para que los niños establezcan relaciones, donde se priorice la comunicación y el diálogo. Un aula en la que se dé la reflexión, el debate, se analicen diferentes puntos de vista, se escuche a sus compañeros, se establezcan acuerdos que faciliten la apropiación de ideas y así iniciar el proceso de regulación. Todo esto ha de ser mediado por el adulto, en este caso la profesora.
Crear ambientes propicios para los niños en donde se privilegien ambientes dinámicos, participativos, de permanente interacción con los pares, un espacio en el que los estudiantes puedan plantear preguntas e indagar. Según Vygotsky la interacción con otros y con el entorno es vital en el desarrollo metacognitivo.
Bermeosolo (2005) afirma que los docentes especialmente de los niños más pequeños, deben posibilitarles en el aula momentos en la ejecución de la tarea en la que se hagan preguntas como: ¿Cómo voy a lograrlo?, Cómo lo voy a hacer?, Qué voy a aprender?  ¿Qué voy a hacer?, Cómo lo estoy haciendo? ¿Y Cómo lo hice?
Hemos hablado de la interacción y de la importancia del diálogo, cuando los niños tienen la posibilidad de escuchar a los compañeros descubren sus procesos metacognitivos, desarrollan flexibilidad de pensamiento y llegan a darse cuenta y a valorar que existen diversas formas de solucionar un problema y de hacer las cosas.
El pensamiento metacognitivo se puede y se debe desarrollar a través de la observación, la imitación y de la modelación en la presentación tanto de la instrucción como de la tarea.  Flavell dice que el camino para desarrollar la metacognición es a través de la práctica, una práctica inicialmente guiada para posteriormente pasar en edades mayores a una práctica independiente.
Se requiere un profesor que no sólo se limite a dar las instrucciones y a supervisar la ejecución de sus estudiantes, un maestro que retroalimente de forma efectiva, esto se traduce en un feedback sencillo, claro, dirigido a la ejecución y a la tarea. Se necesita un maestro que comparta con los niños, propicie el trabajo en grupo, que hable con ellos, conozca sus procesos y que sus planeaciones estén dirigidas a trabajar actividades dinámicas, participativas que exijan diferentes contextos, no con niños mirando homogéneamente a un tablero.
Es más eficaz cuando el profesor explica claramente el propósito de la tarea, la modela de una forma simple, los niños parafrasean la instrucción, les da distintas opciones, ejemplos y los retroalimenta.

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